Jesús desea limpiarte

Jesús desea limpiarte

Lucas 5:12-15

12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo:
—Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Jesús entonces, extendiendo la mano, lo tocó, diciendo:
—Quiero, sé limpio.
Y al instante la lepra se fue de él. 
14 Jesús le mandó que no lo dijera a nadie. Le dijo:
—Ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. 
16 Pero él se apartaba a lugares desiertos para orar.

Jesús desea limpiarte

La lepra es una de las enfermedades más antiguas de las que se tenga conocimiento. Se estima que su primera aparición fue hace más de 4000 años. La lepra es una enfermedad crónica que provoca úlceras en la piel, daño en el sistema nervioso, y debilidad en los músculos que empeora con el tiempo.
Si no se trata, la lepra puede causar lesiones permanentes en el cuerpo. Y en casos extremos aun la muerte.

Hoy en día más 220 mil personas se contagian de Lepra cada año a nivel mundial, y a pesar de ser una enfermedad muy antigua, solo hasta 1981 se empezaron a usar medicamentos efectivos contra la enfermedad.

¿Te imaginas como debió haber sido tener lepra en los tiempos Bíblicos?

Era vivir bajo una de las peores condiciones posibles. Los leprosos eran alejados de la sociedad judía, ya que todo lo que el leproso tocaba se convertía en inmundicia. Así que por ley tenían que vivir a las afueras de las ciudades.
Cada vez que un leproso se acercaba debía anunciar a gritos que era leproso para que la gente pudiese alejarse de él.

45 Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados, y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo!

46 Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada

Levítico 13:45-46

¿Te imaginas la escena? Jesús estaba en la ciudad con una multitud a su alrededor y a lo lejos se escuchan los gritos del leproso que se acercaba. Toda la multitud desapareció, menos Jesús.

Quiero, sé limpio

Varias lecciones podemos aprender de esta historia.
Jesús desea limpiarnos, Jesús desea llenarnos de paz y tranquilidad, Él quiere borrar todo rastro de sufrimiento que tengamos en nuestra vida.

Jesús no tenía la necesidad de tocar al leproso, Él pudo haber dicho “se sano” y con eso hubiera sido suficiente.
Pero la realidad es que a Jesús no le importa nuestra inmundicia. No importa la situación en la que nos encontremos o que tan sucios estemos Jesús quiere limpiarnos de nuestros pecados y sanar nuestras enfermedades.

Muchas personas creen que para acercarse a Jesús necesitan primero arreglar su vida y tener todas sus cosas en orden.
Pero es todo lo contrario. Ven a Jesús como quiera que te encuentres.

Jesús es más grande que tu problema. Nuestros errores son insignificantes comparados con la misericordia y el amor de Jesús. No importa que excusa tenga el mundo para no seguir a Jesús. Él es el único que tiene el poder para limpiar nuestras vidas.

Aun cuando todas las personas a tu alrededor te rechacen y se alejen de ti, Jesús siempre estará esperando a que te acerques a Él. No hay nada en esta tierra que pueda alejar a Jesús de ti. Aun cuando tú mismo te sientas lejos de Dios.
Recuerda que Jesús está dispuesto a darte toda la sanidad y la paz que necesitas. Lo único que tienes que hacer es acercarte a Jesús con fe.

Que hermosas las palabras de Jesús. “Quiero, se limpio” le dijo al leproso. Estas palabras de Jesús las debemos guardar en nuestras mentes como un tesoro. Jesús desea limpiarte. Nunca te dejes llevar por las palabras del enemigo en hacerte pensar que no eres valioso.

Jesús ve valor en nuestras vidas, tanto como para morir por nosotros.

Vive tu fe

Por eso acércate a Jesús como hizo este hombre, búscalo con fe. Jesús desea limpiarte. Ahora la pregunta es: ¿quieres tu ser limpio?

O ¿quieres todavía vivir en la inmundicia del mundo? Si eso es así, pues ¡apague y vámonos!, como dice la gente. Pero si deseas ser limpio no te preocupes, Jesús no solo tiene el poder, sino el deseo de que tú seas limpio.

Invierte un tiempo importante de tu día a la oración. Sigue el ejemplo de Jesús. Aun cuando la gente lo alababa por sus milagros y sus enseñanzas, Él volvía a Dios. Se apartaba a buscar refugio en su Padre porque Él sabía que este mundo no era su morada.

Él era consciente de la lucha espiritual que vivimos todos los días y que la única manera de mantenernos firmes y no caer en la inmundicia del mundo es caer de rodillas todos los días delante de Dios.

Así que si quieres ser limpio, acércate a Jesús y arrodíllate ante Dios. Permite que los milagros que Dios va a hacer en tu vida sean un testimonio para los que te rodean. Cuando te pregunten como has cambiado dilo con alegría. Es Jesús que me ha limpiado. La única marca que llevo ahora está en mis rodillas.

Ojalá muy pronto esta sea tu experiencia. No olvides Jesús quiere que así sea. Que se vuelva una realidad solo depende de ti.

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