El reino de los cielos es la gran recompensa para todos aquellos que a través de las edades han creído y vivido en Jesús. Es la promesa de amor más grande que se ha hecho desde que existe la creación. Es el momento crucial en el cual viviremos junto a Dios por toda la eternidad.
No podemos olvidar ni siquiera por un instante, que todo lo que existe llegará muy pronto a su fin, y aunque hallamos nacido en esta tierra, nuestra verdadera ciudadanía está en el reino de los cielos.
En esta lección estudiaremos que enseña la Biblia sobre el reino eterno de Dios. ¿Cómo será? ¿Cuándo vendrá? Y que debo hacer para pertenecer a él.
Como es nuestra costumbre, te invitamos que ores fervientemente a Dios antes de estudiar Su Palabra.
¡Qué maravilloso! Dios ha preparado un cielo nuevo, una tierra nueva y una nueva santa ciudad para Su pueblo. Los justos heredarán una gloriosa mansión en la ciudad hecha por Jesús (Juan 14:2), además de una fabulosa casa de campo en la tierra nueva, que construirán por sí mismos (Isaías 65:21).
La nueva Jerusalén
La santa ciudad es un cuadro, y su perímetro es de 12,000 estadios, o sea 2,400 km (un estadio son doscientos metros). La ciudad desciende del cielo a la tierra nueva y se asentará donde ahora está el Monte de los Olivos (Zacarías 14:4).
Cada una de sus 12 puertas está conformada por una perla (Apocalipsis 21:21), y los muros de jaspe de la ciudad miden 144 codos (Apocalipsis 21:17) o sea 216 pies de ancho (1 codo equivale a 18 pulgadas).
Un río de agua pura inagotable fluye del trono de Dios, y el árbol de la vida produce cada mes, una clase de fruta distinta. Esta fabulosa fruta y sus hojas proveen el antídoto contra la muerte y perpetuán la vida eterna.
Además de esto, los santos de Dios cultivarán sus propios alimentos en sus casas de campo (Isaías 65:21). La dieta del pueblo de Dios será lo que fue antes que el pecado entrara al mundo: frutas, granos y nueces (Génesis 1:29-31). El sabor será indescriptiblemente delicioso, y los valores nutritivos serán perfectos.
El reino de los cielos
Básicamente la vida en la tierra volverá al estado natural que Dios había creado desde un inicio. La gran diferencia para nosotros, es que no hemos podido experimentar esto por causa del pecado.
La única experiencia que hemos tenido con este planeta son las consecuencias del pecado, pero la promesa de Dios es que volveremos a su plan original.
En el reino de los cielos, todos los redimidos tendremos el cuerpo glorioso de Jesús. Los santos que estén vivos durante la segunda venida de Jesús, serán transformados y los santos resucitados, serán levantados con el cuerpo glorioso de Jesús.
El cuerpo de Jesús después de la resurrección era real, con carne y huesos que usted podría tocar y sentir. Al principio, los discípulos pensaron que era un espíritu cuando se les apareció repentinamente, pero después que lo tocaron y le vieron comer (Lucas 24:40-43), supieron que era real.
Cuarenta días después, Jesús los condujo fuera de Betania y ascendió al cielo (Lucas 24:50-51). Los ángeles que aparecieron a los discípulos les dijeron, “Este mismo Jesús [de carne y huesos]… así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Desde que vino a esta tierra, Jesús está vinculado eternamente con la raza humana, aunque sigue siendo 100% divino.
¡Alabado sea Dios!, que cada cosa buena y gloriosa que se perdió con la entrada del pecado será restaurada en el reino de los cielos, el reino de Dios.
Los redimidos amarán, confiarán y se apoyarán unos a otros genuinamente. Como resultado, no habrá más violencia, ni más engaños, abusos, deshonestidad, calumnias, inseguridad, depresión, peligros, desilusiones ni tristezas. Será una vida abundante de gozo, contentamiento y felicidad por la eternidad.
Más os gozaréis y os alegraréis para siempre
en las cosas que yo he creado,
porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría
y a su pueblo gozo.
Las palabras “ni más vendrá al pensamiento” significan que no “vendrán al corazón”. El Señor promete aquí, que las penas de esta tierra no traerán pesares a sus santos en el reino de los cielos.
En verdad nos reconoceremos unos a otros por nuestra apariencia, nuestro caminar, nuestra manera de ser, nuestra manera de hablar, etc. Nuestra capacidad para reconocernos unos a otros será mejorada en el cielo. El reino de los cielos será una reunión familiar fantástica.
A los santos les será posible volar como los ángeles a velocidades mayores que la luz. Siendo que heredarán todas las cosas (Apocalipsis 21:7), podrán visitar otros mundos, tomándoles solo momentos para ir de un lugar a otro.
De acuerdo a las Escrituras, Dios ha hecho otros mundos que no han caído (Job 1:6) (Hebreos 1:2) (Hebreos 11:3).
Tú y yo, en nuestra condición actual, no podemos siquiera imaginar las cosas maravillosas que Dios ha preparado para nosotros sus hijos.
No hay palabras, pensamientos o aún sueños que puedan describir realmente el gozo fantástico y la dicha del reino de los cielos. No importa lo que podamos sufrir en la tierra, el estar en el cielo superará todas las pruebas terrenales (Romanos 8:18).
Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse
¡Qué maravilloso! Dios vivirá en la tierra nueva con Su pueblo. No hay nada que se pueda comparar a esta inmensa gloria y delicia. En efecto, Dios convertirá la tierra nueva en la capital del universo.
El pecado contamina y no puede ser permitido en el cielo, además la rebelión podría comenzar de nuevo. Por este motivo, solo entrarán al reino de los cielos, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.
Si le pedimos a Jesús que perdone nuestros pecados, él nos perdonará y nos limpiará del pecado haciéndonos Sus hijos. Para profundizar en esta pregunta puedes estudiar la lección titulada: El sacrificio de Jesús
Esto es exactamente lo que hizo el rey Salomón cuando Dios le preguntó, “¿Qué quieres?” (1 Reyes 3: 3-15). En lo primero que pensó fue en el reino de Dios y su justicia. A cambio, se le añadieron las bendiciones de un reino glorioso. Esto nos ocurrirá también a nosotros, cuando busquemos primeramente el reino de Dios.
Vive tu fe
Dios tiene el control de todas cosas que ocurren en el universo, y solamente por medio de Su Palabra podemos encontrar el evangelio eterno. ¿Estás dispuesto a dejarle a Dios el control de tu vida?
El Reino de Dios
Estudio adicional
La Biblia registra que existen dos reinos en constante conflicto; el reino de Dios y el reino de Satanás. Jesús hizo del reino de Dios el centro de Su predicación.
Hay más de 100 referencias al reino de Dios solamente en el Nuevo Testamento, y muchas se encuentran en las parábolas de Jesús. De sus enseñanzas, podemos aprender que el reino divino de Dios se divide en dos categorías diferentes: el espiritual y literal.
Los ciudadanos del reino espiritual de los cielos tienen a Dios gobernando y reinando en sus corazones. Antes de la conversión, el trono de nuestro corazón estaba ocupado por Satanás, el pecado y el yo.
Pero después de aceptar el perdón y el poder de Jesús, esa esclavitud al pecado es quebrantada. Por eso Pablo dice: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias… Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros” (Romanos 6:12-14).
“Más si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” Lucas 11:20.
Ciudadanos del Reino
En el momento que una persona acepta a Cristo, se convierte instantáneamente en un ciudadano del reino espiritual de Dios. Esta es la razón por la cual Jesús y Juan el Bautista comenzaron su ministerio, llamando a la gente al arrepentimiento, “porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2) (Mateo 4:17).
“Se ha acercado” significa que está disponible o accesible ahora. Es por eso que Jesús dijo: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:20-21).
Cuando una persona es bautizada, deja el reino de las tinieblas de Satanás y se une al reino de luz de Dios.
Todo verdadero seguidor de Cristo es un embajador del reino espiritual de Dios a este mundo. Los embajadores de otros países hablan un idioma diferente, usan ropa diferente, comen diferentes alimentos, usan divisas diferentes y tienen diferentes costumbres.
De la misma manera, como embajadores cristianos debemos ser muy cuidadosos para representar correctamente el reino de nuestro Señor por la forma en que comemos, hablamos, vestimos y como gastamos nuestro tiempo y dinero.
Algún día el pueblo de Dios, heredará el reino literal y físico de Dios que se trató en esta lección. Este es el reino que anhelamos cuando oramos el Padre Nuestro, “Venga tu reino” Mateo 6:10.
El reino literal de Dios será plenamente y definitivamente establecido después del juicio post-milenio y la batalla descrita en Apocalipsis 20. (Ver lección: El Milenio)